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domingo, 20 de abril de 2025

🕯️ Dos ventanas a la eternidad: una muerte y un amor

 







Hay libros que uno lee… y otros que lo despiertan .
La muerte de Iván Ilich me tocó como un eco profundo que me decía:
“¿Estás viviendo de verdad, o solo estás pasando el tiempo?”
Porque Iván fue un hombre como tantos: correcto, exitoso, socialmente aceptado…
Y sin embargo, cuando la muerte le tocó el hombro, se dio cuenta de que nunca había vivido de verdad .
No conocía el amor auténtico, no había escuchado su alma, no se había fundido con el milagro de existir.
Ese libro, en su crudeza, me hizo reafirmar algo que le digo a todo aquel que me escucha:
No espera al final para despertar. No esperes que el dolor te arranque la venda.
Viví ahora. Viví con conciencia.
Viví una vida viva, no una existencia decorada.
Viví siendo uno con el amor.
Porque nada de los demás —ni el poder, ni el dinero, ni los aplausos— te va a abrazar en tu lecho de muerte.
Y luego está ese otro faro humilde:
Donde hay amor, está Dios.
Un zapatero, una calle, una taza de té, un mendigo...
Y ahí, en medio de la sencillez, la Voz que no hace ruido le dice al corazón:
"Yo estuve contigo en cada uno de ellos. En cada acto de amor".
Desde entonces lo tengo claro:
Dios no es un dogma, ni una figura lejana.
Dios es cada uno de nosotros cuando amamos.
Dios es ese instante de compasión, ese gesto silencioso, esa renuncia por el bien del otro.
Cada acto de amor es una aparición divina.
No hace falta verlo con los ojos. Basta sentirlo.
Por eso vivo como vivo. Por eso no firmo mis textos, por eso no cobro por lo que el corazón me dicta.
Porque no soy yo : es la Fuente la que fluye.
Yo solo soy un lápiz que escribe lo que el amor le susurra.
Y si alguna vez me preguntan qué aprendí de Tolstói, diré esto:
“Me enseñó que la muerte puede despertar la vida, y que donde hay amor, allí está Dios… y allí estoy yo, y estás vos, y estamos todos”.

🎨 El Arte: Reflejo del Alma y Camino de Elevación

 








Por Ulises Jesús – Día Mundial del Arte

Mi concepto del arte es simple y profundo a la vez: el arte es la belleza que habita en nosotros y que, al no poder ser contenido, se manifiesta en Múltiples formas . Es una expresión de lo más íntimo del ser. Por eso, cada acto artístico auténtico es, en esencia, un acto de desnudez del alma, una forma de mostrarnos tal cual somos: sensibles, imperfectos, humanos.

Hoy, los medios electrónicos han democratizado la creación y la difusión. Millones tienen acceso a compartir su creatividad, lo cual es valioso. Pero también hemos caído en una sobreabundancia de contenido superficial, muchas veces vaciado de sentido, impulsado por intereses comerciales y egocéntricos.

Géneros como el reguetón, las narco-novelas o el cine comercial de fórmula rápida, si bien reflejan realidades culturales y merecen ser comprendidos en su contexto, no siempre representan lo mejor de nuestra humanidad. Apuntan más a la gratificación inmediata que a la reflexión profunda o al crecimiento espiritual.

Vivimos una época de intercambio cultural sin precedentes, pero cuando los valores económicos dominan, se prioriza lo vendible por encima de lo valioso. Se empujan al olvido tradiciones locales, se diluye el arte verdadero, y en su lugar florece un entretenimiento que perpetúa modelos mentales que poco tienen que ver con la dignidad, la compasión o la belleza.

El arte, en su forma más pura, debería conectarnos con nuestras verdades internas , sirviendo como puente hacia nuestros anhelos más elevados. Por eso, necesitamos rescatar su esencia. Urge promover un diálogo más profundo sobre lo que creamos y consumimos. Necesitamos plataformas que valoren el arte que impulsa la conciencia, la reflexión y la belleza interior.

Desarrollar un público crítico y selectivo es clave. Cuando el espectador busca obras que lo desafíen y lo enriquecen, el artista se ve impulsado a ir más allá de lo fácil, más allá de lo inmediato. Se crea así un círculo virtuoso : un público educado eleva el arte, y el arte eleva a ese público.

Para lograrlo, necesitamos educación artística en las escuelas, espacios de debate, crítica constructiva y acceso real a diversas formas de expresión cultural. Solo así el arte puede florecer como vehículo de transformación personal y social .

Al final, cuando artista y público se encuentran en ese espacio de respeto, exigencia y autenticidad, el arte alcanza su mayor potencia: se convierte en alimento del alma y en impulso para un mundo más pleno y consciente. 

🌑🌟 Trinchera del alma

  Cada mañana, el dolor me despierta y me arrodillo ante la vida. No para suplicar, sino para agradecer y decir: "Aquí estoy. Otra vez....