"No eres el ego; así que, cuando descubres el ego en ti, eso no significa que has encontrado quién eres, sino que has encontrado lo que no eres. Y es a través del conocimiento de lo que no eres que puedes acercarte a descubrir ¿Quién eres en realidad? —Eckhart Tolle.
Desde la perspectiva metafísica, el ego es simplemente una creencia. Aunque parece tener una existencia propia, en realidad es una ilusión que nos hace creer que estamos separados del Todo. El ego, o lo que llamamos “yo falso”, es un sustituto engañoso de nuestra verdadera identidad. Suele inundarnos con pensamientos de muerte, separación, escasez y pérdida, creando una necesidad constante de autoafirmación.
Una de las primeras trampas es creer que el ego representa nuestra verdadera identidad. El ego no es más que una confusión acerca de quiénes somos en realidad. Es un falso sustituto de nuestra verdadera esencia, a menudo tratando de silenciar la voz de la conciencia mediante pensamientos centrados en "muerte, separación, escasez y pérdida", y una constante necesidad de satisfacerse a sí mismo. El ego controla nuestros pensamientos, sentimientos y creencias, y algunos afirman que es una inmensa prisión que hemos construido para nosotros mismos.
Mientras que lo verdadero es eterno, el ego nos aterroriza con el concepto de muerte, alejándonos de nuestra esencia eterna. Aunque debemos cuidar nuestro cuerpo, el miedo a la muerte es una distracción del ego que nos impide reconocer nuestra verdadera inmortalidad. Jesús nos recuerda que la vida continúa más allá de la muerte: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”
El ego también alimenta la creencia en la pérdida. Según "Un Curso de Milagros", "Nada Real puede ser amenazado, Nada Irreal existe. En esto radica la Paz de Dios". La ley de dar y recibir demuestra que, al dar, también recibimos. Al entregarnos a los demás con bondad, compasión, perdón, paz y amor verdadero, no sufrimos pérdida alguna. Aunque mantenemos una lealtad al ego, que nos lleva a una relación constante de dar y recibir lo efímero y perecedero, dentro de nosotros hay una voz que nos dice: no tengas miedo, solo confía, pues el universo está dispuesto para tu crecimiento y felicidad. . Esa voz es lo que llamo conciencia.
El perdón, junto con la bondad y la compasión, son prácticas que nos conectan con nuestra conciencia, con la voz de Dios en nuestro interior, nuestro Ser Verdadero. Perdonarnos libera de la influencia del ego y nos acerca a la verdad. Esta idea resulta inaceptable para el ego, que justifica la venganza bajo la apariencia de justicia. El mundo ha creado una imagen de Dios como un ser justo, vengativo y castigador, como si Dios tuviese el ego más grande del universo. Sin embargo, Dios es esencialmente Amor. El amor es paciente, bondadoso, no envidia ni se jacta, no se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, y no guarda rencor. El amor no se regocija en la maldad, sino en la verdad. Todo lo disculpa, cree, espera y soporta.
Voltaire dijo: "Dios creó al hombre a Su propia imagen y luego el hombre le devolvió el cumplido". El Dios que creamos es realmente la imagen de nuestro propio ego.
El juicio es uno de los pensamientos que engrandece al ego. El ego constantemente juzga a los demás ya nosotros mismos, manteniéndonos en debates sobre lo bueno y lo malo, lo racional y lo irracional, la locura y la cordura. El ego define y etiqueta todo, y el perdón desde el ego se convierte en condonación. El ego nos mantiene en el odio, la ira y la separación. La idea de vernos como iguales, únicos y creados a imagen del amor es inconcebible para el ego, que perpetúa la separación y nos impide ver a Dios en todo y en todos. Creer que Dios es un ente inalcanzable y distante perpetúa el sentimiento de separación, mientras que la verdad es que Dios está en cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros es una expresión única de Dios. Practicar el perdón disuelve esa separación y nos reconecta con la fuente de todo.
En la mente de Dios no existe la carencia, la muerte, la separación o la pérdida. Todos estos pensamientos y creencias han sido plantados por nuestro ego y el ego colectivo. Jesús dice: "Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?" Todo el universo está diseñado para nuestro crecimiento y felicidad, pero el ego ha implantado la idea de carencia, llevándonos a competir y ver a cada ser como un enemigo a vencer.
El ego establece un ciclo de culpa y ataque: cuanto más culpables nos sentimos, mayor es nuestra necesidad de negar nuestra culpa y atacar a los demás. Este ciclo perpetúa la culpa y el conflicto. La verdadera solución es el amor. En un mundo lleno de violencia y odio, es esencial que nuestra luz interior se extienda a todos los aspectos de nuestras vidas. Al elegir el amor sobre el ego y practicar el perdón, podemos contribuir a una resolución más pacífica y justa en nuestras comunidades.
El verdadero objetivo de la justicia es buscar el bienestar común y restablecer el orden en la sociedad. Su propósito es corregir daños o injusticias mediante procedimientos equitativos, respetando las leyes y derechos de todas las partes involucradas. La violencia, el odio y la ira no resuelven los conflictos; solo el amor, con el perdón como primer paso, puede ofrecer una solución efectiva.