Por Ulises Jesús – Día Mundial del Arte
Mi concepto del arte es simple y profundo a la vez: el arte es la belleza que habita en nosotros y que, al no poder ser contenido, se manifiesta en Múltiples formas . Es una expresión de lo más íntimo del ser. Por eso, cada acto artístico auténtico es, en esencia, un acto de desnudez del alma, una forma de mostrarnos tal cual somos: sensibles, imperfectos, humanos.
Hoy, los medios electrónicos han democratizado la creación y la difusión. Millones tienen acceso a compartir su creatividad, lo cual es valioso. Pero también hemos caído en una sobreabundancia de contenido superficial, muchas veces vaciado de sentido, impulsado por intereses comerciales y egocéntricos.
Géneros como el reguetón, las narco-novelas o el cine comercial de fórmula rápida, si bien reflejan realidades culturales y merecen ser comprendidos en su contexto, no siempre representan lo mejor de nuestra humanidad. Apuntan más a la gratificación inmediata que a la reflexión profunda o al crecimiento espiritual.
Vivimos una época de intercambio cultural sin precedentes, pero cuando los valores económicos dominan, se prioriza lo vendible por encima de lo valioso. Se empujan al olvido tradiciones locales, se diluye el arte verdadero, y en su lugar florece un entretenimiento que perpetúa modelos mentales que poco tienen que ver con la dignidad, la compasión o la belleza.
El arte, en su forma más pura, debería conectarnos con nuestras verdades internas , sirviendo como puente hacia nuestros anhelos más elevados. Por eso, necesitamos rescatar su esencia. Urge promover un diálogo más profundo sobre lo que creamos y consumimos. Necesitamos plataformas que valoren el arte que impulsa la conciencia, la reflexión y la belleza interior.
Desarrollar un público crítico y selectivo es clave. Cuando el espectador busca obras que lo desafíen y lo enriquecen, el artista se ve impulsado a ir más allá de lo fácil, más allá de lo inmediato. Se crea así un círculo virtuoso : un público educado eleva el arte, y el arte eleva a ese público.
Para lograrlo, necesitamos educación artística en las escuelas, espacios de debate, crítica constructiva y acceso real a diversas formas de expresión cultural. Solo así el arte puede florecer como vehículo de transformación personal y social .
Al final, cuando artista y público se encuentran en ese espacio de respeto, exigencia y autenticidad, el arte alcanza su mayor potencia: se convierte en alimento del alma y en impulso para un mundo más pleno y consciente.