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domingo, 20 de abril de 2025

🕯️ Dos ventanas a la eternidad: una muerte y un amor

 







Hay libros que uno lee… y otros que lo despiertan .
La muerte de Iván Ilich me tocó como un eco profundo que me decía:
“¿Estás viviendo de verdad, o solo estás pasando el tiempo?”
Porque Iván fue un hombre como tantos: correcto, exitoso, socialmente aceptado…
Y sin embargo, cuando la muerte le tocó el hombro, se dio cuenta de que nunca había vivido de verdad .
No conocía el amor auténtico, no había escuchado su alma, no se había fundido con el milagro de existir.
Ese libro, en su crudeza, me hizo reafirmar algo que le digo a todo aquel que me escucha:
No espera al final para despertar. No esperes que el dolor te arranque la venda.
Viví ahora. Viví con conciencia.
Viví una vida viva, no una existencia decorada.
Viví siendo uno con el amor.
Porque nada de los demás —ni el poder, ni el dinero, ni los aplausos— te va a abrazar en tu lecho de muerte.
Y luego está ese otro faro humilde:
Donde hay amor, está Dios.
Un zapatero, una calle, una taza de té, un mendigo...
Y ahí, en medio de la sencillez, la Voz que no hace ruido le dice al corazón:
"Yo estuve contigo en cada uno de ellos. En cada acto de amor".
Desde entonces lo tengo claro:
Dios no es un dogma, ni una figura lejana.
Dios es cada uno de nosotros cuando amamos.
Dios es ese instante de compasión, ese gesto silencioso, esa renuncia por el bien del otro.
Cada acto de amor es una aparición divina.
No hace falta verlo con los ojos. Basta sentirlo.
Por eso vivo como vivo. Por eso no firmo mis textos, por eso no cobro por lo que el corazón me dicta.
Porque no soy yo : es la Fuente la que fluye.
Yo solo soy un lápiz que escribe lo que el amor le susurra.
Y si alguna vez me preguntan qué aprendí de Tolstói, diré esto:
“Me enseñó que la muerte puede despertar la vida, y que donde hay amor, allí está Dios… y allí estoy yo, y estás vos, y estamos todos”.

Cuando uno escribe desde la experiencia

 







Allá fuera, bajo la luna gris, alguien que me quiere está pensando en mí. Allá fuera, alguien intentará que nos encontremos... allá fuera, en algún lugar.

Aunque sé que estamos lejos, reconforta pensar que la misma estrella nos alumbra a los dos. Y cuando el viento de la noche cante con su suave susurro, bajo este mismo cielo dormiremos tú y yo. Allá fuera, el amor nos unirá, y estaremos siempre, juntos siempre, en los sueños… tú y yo.
Cuando uno escribe desde la experiencia, desde aquello que ha vivido y sentido en carne propia, las ideas fluyen como si simplemente se contaran. Con el tiempo y un poco de sabiduría, uno logra comprender y hasta dominar ciertos aspectos de la vida. Después de doce lustros en este planeta, he llegado a una conclusión inquietante: a la humanidad le está costando evolucionar como especie.
Seguimos en guerra, dominados por el ego, incapaces de vivir en armonía con el cosmos. Unos pocos siguen controlando a las mayorías, y paradójicamente, le tememos a la libertad. Nos queda aún mucho camino por andar.
Entre las cosas que siguen consumiendo nuestra energía, están las relaciones humanas, y en especial, las de pareja. En esta era posmoderna, la gente sabe más de sexo que de amor. El amor se ha vuelto un misterio para la mayoría. Esa palabra, "Amor", ha sido manoseada, desfigurada, usada por el mundo como casi todo lo verdadero.
Como dijo la Madre Teresa: “El mundo está más necesitado de amor que de cualquier otra cosa.” Y así lo creo también. La gran mayoría no tiene una idea clara de lo que es el amor. Algunos piensan que es un valor, otros que es un sentimiento. Pero aunque fuimos hechos a imagen y semejanza del Amor, casi desde el nacimiento este mundo nos disuelve su verdadero significado.
En las películas, el amor se representa con grandes gestos: declaraciones en público, anillos en estadios, fuegos artificiales. Pero tal vez el amor esté en los momentos en que nadie nos ve, cuando elegimos quedarnos, cuidar, esperar o simplemente acompañar.
Todo en el universo existe por la ley de dar y recibir. Por eso, si no me amo a mí mismo, no puedo amar verdaderamente a los demás ni a la creación. No se puede dar lo que no se tiene. Algunos creen que el amor es complicado, pero en realidad es sencillo. Lo difícil es ser sencillo. Nuestro ego nos domina. Es el ego quien impide que conectemos con el amor en su totalidad. Incluso nos hace dudar de su existencia.
Sin embargo, el amor es lo que nos da vida. Estamos vivos en la medida en que amamos. Cuando amamos, las cosas simples se magnifican. Cuando amamos, nuestro cuerpo produce sustancias que nos hacen más fuertes, inmunes a muchas enfermedades. Las dificultades se vuelven pequeñas.
Más que decirle a alguien qué es el amor, deberíamos preguntarle qué significa para él o ella. Porque cada ser humano lo experimenta de forma distinta. Por eso, solo podemos hablar de dimensiones del amor.
Nos han enseñado a buscar cuentos de hadas: el príncipe, el castillo, el vestido blanco. Pero el amor verdadero ofrece mucho más que eso. El amor es suave, delicado. No es violento, no es cruel. El amor es el camino… y más aún: el amor es la energía que nos hace ser.
En mi experiencia, el amor es la fuerza que me ha hecho mejor ser humano. No se trata de apegos o expectativas. Trato, siempre que puedo, de poner en la balanza mis decisiones: ¿esto lo elijo desde el ego o desde el amor?
Y en cuanto a dar y recibir, esa acción debe ser recíproca, al mismo nivel, con la misma intensidad. Por eso, donde no puedas amar, no te quedes. No desperdicies tu tiempo ni tu energía en el no-amor.
Cualquier hombre que tenga el valor de entregar su alma por amor, tiene también la fuerza para cambiar el mundo.
Amarse a uno mismo es el inicio de un amor que puede durar toda la vida. Y estoy seguro de que, si te decides a caminar contigo, descubrirás tanta belleza en ti que tendrás amor suficiente para compartirlo con todos a tu alrededor.

Manifiesto del Amor Suave



He amado con el alma despierta y los pies descalzos.
He besado con los ojos y he abrazado sin tocar.
No siempre mis relaciones florecieron, pero nunca dejé de amar.
No soy dueño de nadie.
El amor no es una jaula, es el cielo abierto.
No impongo mi presencia, ni exijo palabras.
A veces me sumerjo tanto en mi interior que parece distante,
pero en silencio, mi corazón canta.
Porque cuando amo, lo doy todo.
Mi entrega no hace ruido, pero sostiene mundos.
Mi amor no es una obligación, es una danza.
Me gusta bailar música suave en la oscuridad,
sentir el latido del universo en el cuerpo de mi amada.
Decirle, con una mirada:
“Si te vieras con mis ojos… verías un ser tan bello, tan capaz,
tan lleno de luz que mi alma no puede más que acariciarte”.
Y me repito como un mantra:
Sé Suave.
No dejes que el mundo te endurezca.
No dejes que el dolor te haga odiar.
No dejes que la amargura te robe la dulzura.
Enorgullécete de seguir creyendo en la belleza,
aunque el mundo parezca quebrado.
Sé Suave.
No permitas que el bullicio apague tu música.
No dejes que las nubes de la angustia oculten tu alegría.
No dejes que el conflicto de otros robe tu paz.
No permitas que la oscuridad apague la belleza en tus ojos.
Sé Suave… y ama.
Como si aún quedara esperanza.
Como si el amor fuese la última palabra de este universo.
Puede ser una imagen de 2 personas y boda
 
 

"El amor no se define, se vive"







Es triste que tengamos que hacernos esta pregunta.
En un mundo ideal, preguntarse qué es el amor sería tan absurdo como preguntarse qué es respirar o qué es comer. Nadie se hace esas preguntas, porque desde el nacimiento ya sabemos hacerlo. Así debería ser con el Amor Verdadero: algo natural, algo que simplemente es , algo que vivimos sin cuestionar.
Intentar definir el amor es como intentar definir a Dios. Desde mi fe, Dios y Amor son lo mismo. Todos provenimos de la misma Fuente, la Fuente del Amor. No solo deberíamos saberlo, sino vivir en esa danza de dar y recibir amor.

Ahora bien… si existe el Amor Verdadero,
¿existe también un amor falso?
¿De dónde viene ese falso amor?
¿Es el amor un valor o un sentimiento?
¿Hay que cultivarlo? Y si es así, ¿cómo se cultiva?
¿Por qué tanto se habla del amor, se canta, se celebra un día para él, y sin embargo seguimos sintiéndonos tan solos y vacíos?

Estas preguntas me han acompañado durante años. No pretendo imponerte mis ideas; solo quiero compartir contigo, desde mi experiencia y sobre todo desde el corazón. Creo que muchas veces pasamos más tiempo definiendo conceptos que experimentando lo que realmente significan. Por eso, antes de seguir leyendo, te pido: abre tu mente… pero sobre todo, abre tu corazón.

El mundo ha deformado en nuestra cabeza la idea de lo que realmente es el amor.
Cuando comencé mi camino de crecimiento espiritual, tuve que cambiar profundamente mi forma de pensar, de ver y de sentir. El mundo me decía una cosa, pero dentro de mí había una voz más profunda que me empujaba a buscar mi verdad .
Quería saber, experimentar y encarnar el Amor Verdadero.
Y aunque el amor es el alimento del cuerpo y del espíritu, durante mucho tiempo sentí que me había sido negado.

Es cierto que me han amado, especialmente mi madre. Desde antes de nacer, ya somos amados. Nacemos llenos de amor y sabiendo perfectamente cómo amar. El problema surge cuando nuestros padres tampoco han conocido el amor verdadero… cuando el mundo, desde nuestra infancia, comienza a borrar nuestra esencia y nos programa con valores ajenos a nuestra naturaleza.

Mi madre me amó, y estoy seguro de que aún después de su partida, sigue amándome.
Ella hizo todo lo posible para que yo me sintiera amado. Sé que dio lo mejor de sí, y más allá. Dedicó su vida al servicio de los demás. No tengo duda de su amor, y agradezco al Creador por haber sido su hijo.

Pero también creo que, si sus padres hubieran vivido en un mundo más amoroso, su vida y la mía habrían sido distintas.
Por buenas que sean las intenciones, todos venimos moldeados por un mundo confundido.
Solo basta ver las novelas o las llamadas canciones de amor. ¿Qué tipo de relaciones promovemos?
¿Cuánta gente se preocupa más por su economía que por acoger a millones de refugiados?
Y cuando hablamos de amor o participamos en un acto de amor genuino, ¿cómo nos etiquetan?

Un amigo solía contar una historia:
Imagina un mundo donde nadie ha probado nunca un helado.
Alguien llega y describe el helado con lujo de detalles. Escribe incluso un libro sobre ello.
Pero nadie puede saber realmente qué es un helado hasta que lo prueba, lo huele, lo toca, lo saborea.
Incluso podría pensar que el helado no existe.

Así es el Amor.
No basta con hablar de él, hay que vivirlo.
Y para vivirlo, debemos nacer de nuevo.

¿Y qué es nacer de nuevo ?
Es desaprender todo lo que el mundo nos enseñó sobre el amor.
Es permitir que el ser verdadero, nuestro espíritu, se exprese en una relación de dar y recibir con el Amor Verdadero.
Esto requiere compromiso, un entorno propicio, romper patrones heredados generación tras generación.

El amor es una flor frágil.
Hay que protegerla, fortalecerla, observarla. Solo entonces se vuelve fuerte.
El amor es como un bebé: necesita caricias, ternura, seguridad, libertad, entrega incondicional.

El Amor solo crece con amor.
Y necesita un ambiente que lo nutra: un hogar, una frecuencia, una energía viva.
Se cultiva en la familia, especialmente en el vínculo con nuestros padres.

No puedo definir el amor.
No es un valor ni un simple sentimiento o sensación.
No es un fenómeno físico que pueda señalarse y decir “esto es”.
Puedo hablar de sus expresiones, pero no puedo mostrártelo.
El Amor solo puede experimentarse.
Y es una experiencia única, como única es nuestra relación con la Fuente.
Es nuestra responsabilidad vivir esa experiencia.
No con ideas… sino con presencia. Con el alma despierta. Con el corazón abierto. 

Elige la autenticidad

 






El estilo de vida actual se sustenta en la ambición y la competitividad.
Pero el ser humano nuevo no puede construir su vida sobre esos pilares huecos.
Debe desprenderse de las ambiciones banales, de la búsqueda desesperada por la materia y la certidumbre a costa del espíritu.

Eso te esclaviza.
Eso te empujó por un camino que otros trazaron para ti.

Sé auténtico.

Sí, la angustia es el precio de ser uno mismo…
pero también es sabido que nada que realmente valga la pena se consigue sin esfuerzo.

No existe valor más grande que el coraje de mirar dentro de uno mismo
y decidir vivir la vida que TÚ quieres vivir.

El infierno y el cielo no están afuera.
Están dentro de ti.
Tú eliges en cuál vivir

No estamos aquí para ser mejores espectadores.




Cuando la oscuridad se asienta y el misterio se hace presente,
cuando lo desconocido cobra forma en los susurros de la noche,
la lógica afloja su férreo control… y la imaginación sale a jugar.

Es entonces cuando las estrellas tienen permiso para brillar.
Y nosotros —vivos, despiertos— salimos en busca.
En busca de algo que quizás no tiene nombre,
algo que tal vez no se puede encontrar, pero sí sentir.

Nos impulsa una necesidad antigua:
la de resolver los misterios de la vida.
Aunque, en realidad, el corazón humano solo puede encontrar significado
en instantes .
Nunca en la totalidad.
No en todo.

Pero esos instantes están ahí…
nos rodean, nos envuelven.
En la luz y en la oscuridad.
Por todas partes.

¿Lo sabemos?

¿Por qué nos empeñamos en esta búsqueda?
¿Por qué vamos tras las grandes preguntas
cuando ni siquiera sabemos responder a las más sencillas?

¿Por qué estamos aquí?
¿Qué es el alma?
¿Por qué soñamos?

Quizás…
Quizás nos iría mejor sin preguntar,
sin querer entender,
sin desear saber.

Pero esa no es nuestra naturaleza.
No es el llamado del corazón.
No estamos aquí para ser mejores espectadores.

Amores improbables











La Real Academia define la palabra imposible como aquello que no tiene ni los medios ni la facultad de llegar a ser. Algo cerrado, sellado, clausurado por completo. En cambio, improbable es simplemente aquello que tiene pocas posibilidades, que no se apoya en una razón prudente. Y entre ambos términos, yo me quedo —sin pensarlo dos veces— con la improbabilidad.
La imposibilidad es un portazo en la cara. La improbabilidad, en cambio, es una ventana entreabierta. Duele menos, y sobre todo, permite soñar. Deja espacio para que el milagro se cuele en medio de la lógica, para que lo extraordinario rompa la estadística.



Que David venciera a Goliat era improbable. Que un afroamericano llegara a la Casa Blanca, también. Que el abejón volara a pesar de sus condiciones aerodinámicas era improbable, pero lo hace. El universo, a veces, se ríe de nuestras ecuaciones.



El amor, por ejemplo, es experto en improbabilidades. No se rige por razones prudentes. No entiende de distancias, edades, fronteras, idiomas, ni pasados. El amor nace cuando quiere, en el lugar menos esperado y entre las almas más dispares. Que dos personas separadas por 9 mil kilómetros de agua se conozcan, se escuchen y se amén, es improbable. Pero sucede. Todos los días.



Por eso no me gusta hablar de amores imposibles . Me resisto a pensar que el amor tiene fronteras definitivas. Prefiero llamarlos amores improbables : esos que desafían al tiempo, al espacio, a la lógica, a las heridas del pasado. Esos que, aun teniendo todo en contra, florecen en el resquicio del alma donde todavía brilla la esperanza.



Porque lo improbable es la patria del milagro. Y el amor, en su forma más pura, es el milagro que le da sentido a todo lo demás.

martes, 28 de enero de 2025

ADN: #TodosSomosUno

 







Cuando se descubrió que en las espirales del ADN se encontraba la información que determina las características básicas de cada especie, comprendimos que los rasgos externos de los seres vivos se transfieren de generación en generación y son inmutables. Un árbol de aguacates siempre dará aguacates, y nuestros hijos heredarán parte de nosotros, combinando los ADN de sus padres. Esta realidad nos llena de satisfacción, pero también nos invita a reflexionar.

Aunque el ADN no se puede cambiar, lo que sí podemos modificar son los rasgos que dependen de nuestra educación, creencias y formas de pensar. En la Biblia se afirma que somos hechos a imagen y semejanza de Dios. Esto implica que somos hijos de la Fuente, del Creador, y que heredamos cualidades divinas como el amor, la bondad, el perdón, la compasión y el deseo de felicidad. Estas cualidades están en todos nosotros, esperando ser desarrolladas a través de nuestras decisiones.

El mundo que habitamos nace de nuestros pensamientos y deseos. Todo lo que vemos –nuestra casa, nuestras ciudades, incluso el universo– fue primero concebido en la mente. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿en la mente de quién existimos nosotros? Si todos provenimos de la misma Fuente, debemos recordar que en ella solo habitan la belleza, el amor y la bondad. Así como podemos mejorar nuestras habilidades a través del esfuerzo y la práctica, también podemos cambiar nuestra forma de pensar y de percibirnos, avanzando hacia la plenitud.

Es crucial cuidar nuestros corazones y pensamientos, porque de ellos nace nuestro destino. Este destino dependerá de la cantidad de amor que albergue nuestro corazón. Desde mi fe, el corazón tiene dimensiones sagradas, y una de ellas es el amor al prójimo. Este amor nace de creer que todos somos hijos de la misma Fuente, lo que algunos llamamos Dios.

Hoy, con el desarrollo de las comunicaciones, estamos más conectados que nunca. Se nos presenta una oportunidad única para superar las diferencias culturales, políticas, económicas, religiosas y étnicas que han sido promovidas por quienes desean un mundo separado. La ciencia misma nos demuestra que la separación no tiene base lógica: Todos Somos Uno. Compartimos el deseo de ser felices, de realizarnos y de alcanzar la plenitud.

Sin embargo, los mitos y mentiras contra las personas inmigrantes persisten. Se les culpa injustamente de saturar los servicios sociales, de aumentar la violencia o de ser una carga para la sociedad. Pero la verdad es otra:

  • Los inmigrantes no roban empleos. Muchos ocupan trabajos esenciales que otros no quieren realizar, como la construcción, la recolección agrícola o los servicios domésticos. Además, aportan a la economía mediante el pago de impuestos.
  • No saturan los servicios de salud. Aunque aumentan la población en ciertas zonas, también contribuyen económicamente, justificando mejoras en los sistemas de salud y educación que benefician a todos.
  • No incrementan la violencia. Los problemas como el narcotráfico o la violencia machista son flagelos globales que responden a desigualdades estructurales, no a la migración.

Las barreras físicas y mentales que nos separan no nacieron de nuestra esencia, sino de los intereses de quienes desean dividirnos. Históricamente, las fronteras se crearon para controlar y dominar a las personas. Pero al principio, éramos uno: una sola humanidad, una sola familia. Hoy, el deseo de poder y acumulación nos ha llevado a la separación y al desplazamiento forzado de millones.

En Costa Rica, mi tierra natal, la convergencia de culturas y etnias nos ha dado una riqueza invaluable. Sin embargo, tampoco somos inmunes a las ideas extremistas que siembran xenofobia, racismo y clasismo. Estas ideologías nos alejan de la verdad fundamental: que todos provenimos de la misma fuente.

Como ciudadanos del mundo, es nuestra responsabilidad romper con los prejuicios y cultivar una visión de unidad. Debemos actuar en consecuencia al mundo que deseamos crear, tanto individual como colectivamente. Solo así podremos construir un futuro basado en la paz, la justicia y la conservación de nuestro planeta. Todos Somos Uno.

viernes, 3 de enero de 2025



Una oportunidad a cada instante

Nuestra recompensa por sobrevivir a las Navidades es el inicio de un nuevo año, acompañado de la tradición de los propósitos de año nuevo. Cada enero nos comprometemos con nosotros mismos a cambiar: bajar de peso, dejar hábitos perjudiciales, estudiar algo nuevo, ahorrar dinero, entre otras metas. La idea de un nuevo comienzo es irresistible, una oportunidad para dejar atrás los problemas del último año y avanzar con esperanza. Pero, ¿quién puede realmente determinar cuándo termina lo viejo y empieza lo nuevo? No es una fecha en el calendario, ni un cumpleaños, ni siquiera la llegada del año nuevo. Es un suceso, grande o pequeño, que nos transforma.

En mi caso, he vivido una existencia intensa. A mis 63 años, siento que he acumulado la experiencia de más de un siglo. Mis vivencias han sido variadas y profundas. Algunas estuvieron marcadas por la angustia, pero cada una de ellas me enseñó, me permitió crecer y esculpió al ser humano que soy hoy. La vida, en su inagotable complejidad, siempre ofrece una nueva oportunidad, un comienzo diferente. Lo ideal es que estos cambios nos llenen de esperanza y nos inviten a ver el mundo con una perspectiva renovada, dejando atrás viejos hábitos y recuerdos que ya no nos sirven.

Sin embargo, en medio de este frenesí por el cambio, es importante reconocer que hay cosas que valen la pena conservar. Vivir cada día como si fuera el último, enfocándonos en el aquí y el ahora, nos permitiría experimentar la vida en su plenitud. Este enfoque consciente, guiado por nuestro ser interior, nos invita a elegir con intención y a vivir verdaderamente.

Recuerdo una de esas tradiciones de mi juventud: el beso de medianoche en Año Nuevo. Ese no era un beso cualquiera. Representaba las esperanzas y el romanticismo acumulados durante todo un año. En esos momentos, las campanas marcaban no solo el inicio de un nuevo ciclo, sino también el peso del año que dejamos atrás: las oportunidades aprovechadas y las que se perdieron. A veces, ese beso llegaba con alegría y euforia; otras, la chica elegía a otro galán, y la noche se teñía de tristeza y desaire. Pero incluso en esos momentos de soledad aprendí algo esencial: vivir cada instante como lo que es, un eterno presente.

Como en el cuento de Alicia, donde "siempre es para siempre", cada momento lleva consigo su esplendor único. Incluso en noches difíciles, cuando me hundía en la autocompasión y el desengaño, entendí que cada experiencia, por dolorosa que fuera, era parte de mi aprendizaje, parte de ese lienzo que vamos tejiendo con los hilos de nuestras vivencias.

Vivir en el ahora, disfrutar de cada experiencia, nos permite apreciar la vida en su esencia: un flujo constante de instantes. Podemos medirla en años, meses, días o horas, pero, en realidad, la vida ocurre en cada latido, en cada respiración. Cada día, cada instante, es una oportunidad para crecer, para vivir, para ser.

 

jueves, 10 de octubre de 2024

Sueños Rotos









Como los niños que traen sus juguetes rotos llorando para que los arreglemos, yo le llevé mis sueños rotos a Dios, porque Él era mi amigo. Pero en lugar de dejarlo en paz para que trabajara a su ritmo, me quedé cerca e intenté ayudar a mi manera. Finalmente, se los arrebaté y grité: “¿Cómo puedes ser tan lento?” “Hijo mío”, respondió Él, “¿qué podía hacer? No les diste alas en ningún momento.”

Cuando era pequeño, me preguntaba si Dios sabía que existía, si escuchaba mis oraciones, cómo podía estar en todas partes. En ese entonces, la respuesta siempre era: “Eso es uno de los misterios de Dios.” Hoy, muchas de mis preguntas de infancia y juventud han encontrado respuestas. Aunque ya no me preocupa tanto este tipo de cuestiones y me concentro más en afirmar el amor en mí, a veces deseamos que Dios haga nuestra voluntad en lugar de nosotros hacer la suya. Este deseo del ego de tener la razón nos lleva a pensar que sabemos lo que es mejor para nosotros. Luchamos contra la voluntad de la fuente, empeñándonos en ir en contra de la energía que mueve el universo en lugar de fluir con ella.

Por ejemplo, los viajes espaciales requieren una gran cantidad de energía porque luchan contra la gravedad. Los científicos están estudiando la posibilidad de aprovechar estas fuerzas en lugar de enfrentarse a ellas. De hecho, el gobierno de Estados Unidos ofrece grandes sumas de dinero a quien resuelva este problema.

Durante mucho tiempo, hemos mirado en la dirección equivocada, creyendo que la felicidad está en las cosas materiales, en otras personas, en ascender en la sociedad, o en lograr estatus académico. Recientemente, un hombre se presentó en mi trabajo y me dijo: “Tengo 50 años, hablo cuatro idiomas, he viajado por el mundo, tengo una maestría, y siento un gran vacío en mi vida.”

Esto ilustra que vivimos en contra del propósito con el que fuimos diseñados. Nacimos para experimentar el amor y la verdadera felicidad, pero pensamos que los logros externos nos darán felicidad. En realidad, es al revés: soy feliz, y a partir de esa felicidad, puedo cumplir mis sueños. Si no los cumplo, sigo siendo feliz, pues entiendo que mi estancia en este mundo es temporal, pero la verdadera felicidad es eterna. Hemos mirado hacia afuera en lugar de dentro, donde construimos nuestro mundo y experimentamos el amor. Dios nos habla a través de la conciencia, y cuando alguien nos habla, es otro yo, porque Dios está en todo y en todos.

Lo que parece importante por la mañana, por la noche a menudo pierde sentido. Esto se aplica a todos los aspectos de este mundo físico. Por la mañana, corremos para no llegar tarde al trabajo o al estudio, y eso nos parece crucial. Nos invade la angustia y la impaciencia, y después de sufrir y afectar a los demás con nuestra falta de paz, al final del día, ni siquiera recordamos nuestra premura. Lo mismo ocurre con nuestra existencia física: cuando somos jóvenes, queremos hacerlo todo, comer de todo, acumular bienes y títulos. Perdemos la salud buscando dinero, y luego perdemos el dinero tratando de recuperar la salud.

Creo que debemos ir despacio y apreciar la vida. El propósito de la vida es vivir y ser feliz. En la simpleza de las cosas se encuentra la grandeza de la vida. Cada pequeño movimiento tiene la energía de la Fuente. Los milagros no siempre tienen que ser espectaculares; tú eres un milagro, la lluvia es un milagro, y el hecho de que alguien se ocupe de ti también lo es. Incluso los tiranos sienten amor. La infinita gama de posibilidades que Dios nos da para practicar el amor verdadero es maravillosa
 

La Tienda de la Vida





Imagina que al nacer, se te entrega un millón de dólares, libre de impuestos, como un regalo para tu vida. Este dinero representa tu espíritu, tu capacidad de amor y todas las experiencias que puedes adquirir a lo largo de tu camino. Con esa fortuna, entras a una vasta tienda, donde cada rincón está lleno de oportunidades y elecciones.


Al principio, todo parece tentador. Te encuentras con cortinas de colores brillantes, pero al acercarte, te das cuenta de que son horribles y de mal gusto. Sin embargo, decides comprarlas por diez mil dólares. Sientes que estás tomando una decisión, aunque en el fondo sabes que no es lo que realmente deseas.

Luego, pasas a la sección de automóviles. Allí, encuentras un coche que no funciona, en pésimas condiciones, y decides adquirirlo. Te convencen las promesas de que, con el tiempo, podrás arreglarlo. Sigues adelante, gastando tus recursos en cosas que no te brindan satisfacción ni felicidad.

En la siguiente tienda, te sientas a comer en un restaurante donde te sirven una comida mal preparada y fría. Aun así, pagas sin cuestionar, pensando que es lo que mereces. Con cada compra, tu corazón se va llenando de cosas que te dañan: rencores, miedos, celos y angustia.

Al final de tu vida, al revisar lo que has acumulado, te das cuenta de que has desperdiciado tu millón de dólares en objetos y experiencias que no solo no te han hecho feliz, sino que te han estancado. Mirando a tu alrededor, sientes un profundo vacío y una tristeza, al darte cuenta de que podrías haber elegido de otra manera.

Esta experiencia se convierte en una lección crucial: así como en la tienda de la vida, cada emoción que eliges cultivar en tu corazón tiene un precio. El odio, la ira y el resentimiento solo te roban tu esencia y tu energía. Pero también hay opciones valiosas: amor, compasión, paz y alegría. Estas son las verdaderas inversiones que enriquecen tu ser y alimentan tu espíritu.

La próxima vez que entres en esa tienda de la vida, recuerda que tienes el poder de elegir. Pregúntate: ¿realmente quiero esto? ¿Cómo puedo llenar mi corazón de cosas que me nutran y me hagan crecer? Así, aprenderás a invertir sabiamente en tu propio bienestar y en el de los demás

El sendero




He caminado por este sendero,
con los pies descalzos,
sentido el frío de la noche y el ardor del sol.
Años han pasado como el viento que mueve las hojas,
y, en algún momento, me he detenido a mirar,
como un pájaro que contempla el río desde el aire,
preguntándome cuál es su curso,
hacia dónde lleva sus aguas.

La juventud, como una fragancia,
se ha desvanecido del jardín,
y ahora el alma suspira por el descanso,
por la paz que solo la verdad otorga.
Recuerdo los días de mi infancia,
las sonrisas de aquellos que moldearon mi ser,
los colores que pintaron mi horizonte,
como un sol dorado que cae en el ocaso.

El ritmo vertiginoso de la vida se ha desacelerado,
y me siento en la orilla del tiempo,
viendo cómo las olas llegan,
una tras otra,
llevándose consigo la arena de los años.
Y me pregunto: ¿Cuál es el propósito de todo esto?
¿Por qué el dolor y la alegría danzan juntos en mi corazón?

A veces, el dolor se sienta a mi lado,
como un viejo amigo no deseado,
y me cuenta historias de días pasados,
de lágrimas derramadas en noches silenciosas.
Me he visto atrapado en la telaraña de la soledad,
envolviéndome con suavidad,
hasta que mi corazón ha gemido,
como un pájaro enjaulado que anhela el vuelo.

Pero he muerto y renacido mil veces,
cada amanecer es un susurro de amor divino,
una promesa de resurrección.
En cada mirada, en cada gesto,
he visto a los ángeles sonreírme,
y también he sentido el rugido de los demonios,
cuando el ego ha inflamado mi pecho.
Ambos, el ángel y el demonio,
son espejos de mi propio ser,
reflejando las facetas del alma en su búsqueda.

Y ahora, en mi despertar,
he dejado de buscar afuera.
El viaje es hacia adentro,
donde el misterio susurra y la verdad descansa.
Soy un libro que aún escribe sus páginas,
cada día una nueva historia,
cada momento una lección,
cada respiración, un recordatorio
de que la vida es un regreso al Amor

miércoles, 11 de octubre de 2023

Generaciones enteras vivirán por lo que ha hecho

 



En el otoño de mi vida, me siento un escéptico. Y en cierto modo lo soy. El lobo nunca dormirá en la misma cama con el cordero. Pero de algo estoy seguro: si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en el mundo, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro.
Libre para elegir el camino a tomar, dicha elección debe ser tomada desde la consciencia, desde nuestro ser interior pues todo cambio es verdadero si se hace desde dentro.
Los miembros de esta generación tendremos que lamentarnos no solo por las palabras y los actos odiosos de las malas personas, sino por los clamorosos silencios de las buenas. Si ves en las redes sociales circulan publicaciones exaltando lo especiales que somos la Generación X, algunos diciendo que la generación Y, Y LA Z son la pesificación de la especie humana, cada uno de nosotros somos responsables de la situación actual en ello se aplica la ley de siembra y cosecha estamos recogiendo la cosecha de lo que hemos sembrado.
Actualmente, dentro de la población activa se distingue entre: ‘baby boomers’, generación X, generación Y o ‘millennials’, y generación Z o ‘centennials’. 'Baby boomers' (1946-1964) Generación X (1965-1980) 'Millennials' o generación Y (1981-1996): ‘Centennials’ o generación Z (1997-2010), mi pregunta está en ¿Quién determina donde comienza una generación y empieza otra?
Vemos como la generación actúa se hunde en la distracción de los móviles, perdiendo el tiempo en videos sin ningún contenido, en cuanto a la música vemos como un genero en especial se ha proliferado su ritmo de bajo contenido con letras que rayan en lo vulgar y ofensivo, el cine se centra mas en los efectos y contenido superficial, las expresiones escritas del arte la literatura y la poesía han sido relegadas a un ultimo plano, mientras que el desarrollo de la consciencia, la espiritualidad sustituidas por una “religión Little” todos quieren ser youtuber, algunos se hacen llamar influencer pero que tipo de influencia son las redes sociales, cuando estas aparecieron pensé que serían un gran avance en las comunicaciones una oportunidad para derribar no solo las barreras físicas sino también las culturales e ideológicas.

Como alguien dijo el problema no es el entretenimiento ni la tecnología es el uso o abuso que se le da a estos pienso que lo justo es lo correcto, sabiduría está en el equilibrio. Cada generación establece sus propios valores y estos cambian con el tiempo, vemos un mundo donde se ha impuesto una cultura sexuada, de todo fácil y rápido intolerante e insensible nos hemos acostumbrado a ver el dolor humano como algo cotidiano y de nuevo me surge la interrogante ¿cuánto de todo esto es nuestra responsabilidad como generación relevada?

Si bien la mayoría de gente en este mundo se encuentra distraída, todavía hay esperanza, somos una minoría y las buenas noticias y las buenas acciones no son las atraen la atención de las mayorías hay quienes dedican sus vidas al servicio a los demás, quienes cuidad y protegen la creación quienes te valoran por lo que eres y por como te ves, mi preocupación como parte de la generación que se va es que clase de mundo estamos creando, que tipo de ser humano habitara la décadas venideras, será una tipo de persona que no distingue le realidad de la ficción, seres que estén mas preocupados por como se ven o que tan grande tengan el trasero o su pene que le estamos transmitiendo a nuestros hijos y nietos?
La primera manifestación de la expresión humana es su cuerpo el cuerpo posee su propio significado. El cuerpo refleja nuestras pretensiones y nuestras esperanzas. Comunica nuestra intimidad al mundo exterior. Por eso cada época, cada generación, exhibe una fisonomía única. Entenderán cual es la diferencia de entre amor y sexo, que el cuerpo es solo un vehículo para desplazarse en este mundo material si bien nuestra generación será recordada como única por todos sus logros, seremos recordados como la generación que fallo en el proceso de relevo.
Con este articulo no quiero juzgar a nadie en particular pues cada uno de nosotros somos responsables de nuestras elecciones y cada uno tiene su propia realidad la cual no es de mi conociendo repito no estoy en contra de los avances tecnológicos, debemos rescatar y apoyar valores y principios que nos permitan avanzar como especie y todo ello solo es posible si este cambio lo hacemos desde el interior teniendo el Amor como guía e instrumento de nuestras acciones 

🌑🌟 Trinchera del alma

  Cada mañana, el dolor me despierta y me arrodillo ante la vida. No para suplicar, sino para agradecer y decir: "Aquí estoy. Otra vez....