Allá fuera, bajo la luna gris, alguien que me quiere está pensando en mí. Allá fuera, alguien intentará que nos encontremos... allá fuera, en algún lugar.
Aunque sé que estamos lejos, reconforta pensar que la misma estrella nos alumbra a los dos. Y cuando el viento de la noche cante con su suave susurro, bajo este mismo cielo dormiremos tú y yo. Allá fuera, el amor nos unirá, y estaremos siempre, juntos siempre, en los sueños… tú y yo.
Cuando uno escribe desde la experiencia, desde aquello que ha vivido y sentido en carne propia, las ideas fluyen como si simplemente se contaran. Con el tiempo y un poco de sabiduría, uno logra comprender y hasta dominar ciertos aspectos de la vida. Después de doce lustros en este planeta, he llegado a una conclusión inquietante: a la humanidad le está costando evolucionar como especie.
Seguimos en guerra, dominados por el ego, incapaces de vivir en armonía con el cosmos. Unos pocos siguen controlando a las mayorías, y paradójicamente, le tememos a la libertad. Nos queda aún mucho camino por andar.
Entre las cosas que siguen consumiendo nuestra energía, están las relaciones humanas, y en especial, las de pareja. En esta era posmoderna, la gente sabe más de sexo que de amor. El amor se ha vuelto un misterio para la mayoría. Esa palabra, "Amor", ha sido manoseada, desfigurada, usada por el mundo como casi todo lo verdadero.
Como dijo la Madre Teresa: “El mundo está más necesitado de amor que de cualquier otra cosa.” Y así lo creo también. La gran mayoría no tiene una idea clara de lo que es el amor. Algunos piensan que es un valor, otros que es un sentimiento. Pero aunque fuimos hechos a imagen y semejanza del Amor, casi desde el nacimiento este mundo nos disuelve su verdadero significado.
En las películas, el amor se representa con grandes gestos: declaraciones en público, anillos en estadios, fuegos artificiales. Pero tal vez el amor esté en los momentos en que nadie nos ve, cuando elegimos quedarnos, cuidar, esperar o simplemente acompañar.
Todo en el universo existe por la ley de dar y recibir. Por eso, si no me amo a mí mismo, no puedo amar verdaderamente a los demás ni a la creación. No se puede dar lo que no se tiene. Algunos creen que el amor es complicado, pero en realidad es sencillo. Lo difícil es ser sencillo. Nuestro ego nos domina. Es el ego quien impide que conectemos con el amor en su totalidad. Incluso nos hace dudar de su existencia.
Sin embargo, el amor es lo que nos da vida. Estamos vivos en la medida en que amamos. Cuando amamos, las cosas simples se magnifican. Cuando amamos, nuestro cuerpo produce sustancias que nos hacen más fuertes, inmunes a muchas enfermedades. Las dificultades se vuelven pequeñas.
Más que decirle a alguien qué es el amor, deberíamos preguntarle qué significa para él o ella. Porque cada ser humano lo experimenta de forma distinta. Por eso, solo podemos hablar de dimensiones del amor.
Nos han enseñado a buscar cuentos de hadas: el príncipe, el castillo, el vestido blanco. Pero el amor verdadero ofrece mucho más que eso. El amor es suave, delicado. No es violento, no es cruel. El amor es el camino… y más aún: el amor es la energía que nos hace ser.
En mi experiencia, el amor es la fuerza que me ha hecho mejor ser humano. No se trata de apegos o expectativas. Trato, siempre que puedo, de poner en la balanza mis decisiones: ¿esto lo elijo desde el ego o desde el amor?
Y en cuanto a dar y recibir, esa acción debe ser recíproca, al mismo nivel, con la misma intensidad. Por eso, donde no puedas amar, no te quedes. No desperdicies tu tiempo ni tu energía en el no-amor.
Cualquier hombre que tenga el valor de entregar su alma por amor, tiene también la fuerza para cambiar el mundo.
Amarse a uno mismo es el inicio de un amor que puede durar toda la vida. Y estoy seguro de que, si te decides a caminar contigo, descubrirás tanta belleza en ti que tendrás amor suficiente para compartirlo con todos a tu alrededor.
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