“De Dios no proviene ni el
bien ni el mal, ¿por qué nos quejamos entonces en lugar de enmendar nuestros
actos?” (Lamentaciones 3-38).
Desde que puedo recordar, siempre hemos miedo.
Miedo al fracaso, a decepcionar a la gente, a hacerles daño, a que nos lo
hagan, Pensamos que, si se está en guardia y nos centramos en otras cosas,
mantenernos lejos de otras personas, entonces nada nos haría daño. Nos da miedo
la muerte, lo desconocido, No sólo nos cerramos al dolor. Está bien vivir el
ahora, pero lo mejor del ahora es que hay otro mañana, Desde el principio de
los tiempos se ha venido llevando una batalla en la sombra entre los ejércitos
de la Luz y la oscuridad. Puede librarse a gran escala o bien dentro del
corazón de un simple individuo, o incluso de un niño. La oscuridad ha tomado
muchas formas y ha usado las más siniestras artimañas. Vivimos en una era en la
cual la Humanidad está al borde de la extinción y antes de continuar debo
establecer que se entiende por Humanidad, En su uso más general y amplio se
dice que la humanidad es aquel conjunto conformado por seres humanos o sea a la
especie de los hombres. Es decir, que el concepto se vincula estrechamente con
el género humano. Por otra parte, y la cuestión que más nos interesa, la
humanidad puede ser aquella bondad y sensibilidad que una persona le demuestra
a su prójimo a sus pares y que se manifiesta en su manera de actuar tendiente
siempre a evitarles algún daño o complicación en su existencia y a tenderles
una mano cuando lo necesitan es a este aspecto en el que deseo centrarme. El
trato humano es algo fundamental para que una sociedad goce de una total
armonía.
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Desde antes de la pandemia
que estamos viviendo, muchos hablábamos de la posibilidad de la extinción de la
humanidad. La sociedad de hoy a la cual llaman posmodernismo no es más que la
consecución del consumismo excesivo la radicalización de capitalismo ahora como
la única alternativa económica y pese a los argumentos de quienes defienden y
promueven este tipo de organización de la sociedad sigue vigente la marginación
de las minorías. Las instituciones sociales cambian. Se promueven los conflictos armados tan solo
para satisfacer los deseos e intereses de quienes mueven los hilos de la
desigualdad. Desde hace algunas décadas
pensábamos que una guerra nuclear acabaría con el hombre y la humanidad El
destino que tuvo el descubrimiento de la enorme energía que se liberaba con la
fusión nuclear, convertida en energía atómica y poco después en arma nuclear,
demostró que nuestro poder podía ser utilizado contra nosotros mismos tenemos
armamentos nucleares como para destruir el planeta y toda la vida una buena
cantidad de veces.
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Además, hemos seguido ensayando como humanidad, no sólo esa
energía como arma, sino también los conocimientos químicos y biológicos sobre
virus y genética y ya se han aplicado a lo largo de todo un siglo, no solo como
arma, sino que se han ensayado sobre las poblaciones, hoy somos mas eficientes
para matar y controlar.
No debemos ser ingenuos y
pensar que nada tenemos que ver con las tragedias de la humanidad. Hemos
ocasionado –la especie humana– más aniquilación que todas las demás criaturas
del mundo y los cataclismos naturales. Hoy los hombres recogemos los frutos de
nuestra cosecha y no hablo de la eclosión demográfica, ni del cambio climático
o de millones de animales sometidos al sufrimiento y la miseria antes de
consumirlos o por puro entretenimiento, si los hombres merecemos desaparecer y
planteado así sería un asunto de justicia poética, realmente los hombres hemos
sido una pésima tripulación para guiar esta nave que llamamos Tierra, pero como un asunto de filosofía moral no hay
lugar a dudas que no sería nuestra desaparición como especie un trastorno sino
una gran suerte, una verdadera fortuna para la naturaleza y el propio planeta. El
Hombre y su larga lista de crímenes y excesos, guerras de siglos, genocidios y
destrucción no inspiran mucha simpatía. La perversión de la democracia liberal,
el uso macabro de la fuerza policial al servicio de los grandes intereses y la
profunda distorsión de organismos de coordinación del bien común (ONU, OEA, OMS)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcckZw-TmSEUaObuMaWqfo4c5GedU9GHIUUpyEN8xaI_JtQqPx13CGWgysDeJnDejD5P7XCoDV62VN_W9dcMpdId88PN3PJsEpqCXQckuxSWzuqcHgvaZz8RQTafTQIX7o09zYJqsQnXc/s0/%25C3%25ADndice.jpgcadfdascds.jpg)
Esta consecución de
acciones de causa y efecto, de siembra y cosecha y que la pandemia ha dejado en evidencia, como
el aislamiento, la utilización del miedo como instrumento de dominación, y aprovechamiento
a nivel local para desarrollar acciones contra la población vemos como muchos actores se han aprovechado
de la situación llevando a los sectores más vulnerables de la sociedad a
situaciones extremas si alimentos y si posibilidad de acceso a los servicios
sanitarios de violación de los derechos
fundamentales la perdida de libertades, pero también a nivel individual se ha
puesto de manifiesto quienes somos esa pandemia ha sacado lo peor y lo mejor de
las personas pero como sociedad nos ha puesto en evidencia, pues es en la
crisis donde brota nuestra verdadera esencia de las personas es en esta situaciones en que nos damos cuenta cuales son nuestras
verdaderas creencias, nuestros valores y
principios.
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Pienso que la Humanidad de
continuar en este rumbo se aproxima a la extinción, y no hablo de la
desaparición de los seres humanos, me refiero a las acciones que nos hacen
realmente humanos, lo que nos haría merecedores del puesto de Señores de la
creación, pero esto depende lo que cada uno de nosotros determine como su
naturaleza, en que mundo deseamos vivir, en mi caso tengo la esperanza en que
la humanidad encontrará su camino hacia una sociedad justa, un mundo de paz
desarrollando aquello que nos hace humanos, una cultura basada en el corazón,
donde valores como bondad, solidaridad, empatía y respeto guíen las decisiones
que hagamos a diario como individuos y como sociedad, algunos dirán eso es una
mera utopía, pero que es la vida sino una utopía una gran obra donde los
actores escribimos la historia.