sábado, 1 de julio de 2017

La Vida




En algún momento de la vida nos detenemos y entramos en un estado de retrospección sobre después de que cumplimos los 40, debe ser porque la euforia de la juventud pierde interés, para algunos la aurora de su vida resulta en el recuerdo de una cárcel cuyos barrote y grilletes se sienten aun hoy día, para otros es una estampa con bellos colores, una época de oro. Cada que recuerdo los años dorados cierro los ojos vienen a mi mente estampas de belleza y dignidad, mi barrio, los chicos, las personas que contribuyeron a que sea hoy quien soy.


Lo vertiginoso de nuestro diario vivir se ralentiza, empezamos a tener la sensación de que la vida se nos escapa, nos volvemos atrás, vemos donde estamos ahora y donde estaremos mañana, tratamos de dar sentido a nuestra existencia, buscamos una razón para la vida, nos planteamos un sinfín de incógnitas o sea entramos en una etapa existencialista, como tratando de motivarnos para seguir adelante con la vida, a algunos la vida nos pesa como un inmenso yunque que cargamos con gran fatiga sobre nuestro espíritu.

El dolor es un sentimiento recurrente en nuestros pensamientos, en gran parte de este viaje por nuestro pasado, aparecen imágenes de escenas dolorosas de nuestra existencia, pareciera que algunos tenemos esa inclinación por flagelarnos con los perores pasaje del viaje por la vida. Hay quienes transitan por esta experiencia dando tumbos, arañando y golpeando el cristal algunos optamos por caer en las suaves y sutiles manos de la soledad, sin darnos cuenta que al final la soledad es una telaraña que te envuelve con suavidad para oprimirte el corazón haciéndolo gemir de tristeza. Es por ello que anhelamos retornar a esa época, como niños que ansían retornar al cálido y suave seno de su madre, haciéndonos espíritus prisioneros como aves enjauladas observando el vuelo libre de las demás en la inmensidad del cielo. Estos pensamientos ponen fuego en nuestras mentes y corazones, tejiendo oscuros y amargos pensamientos en nuestra imaginación, cayendo en trampa de la desesperanza y angustia.

He muerto y renacido muchas veces en este curso que es la vida, por las noches muero para resucitar por las mañanas. En la vida he visto a los ángeles del cielo mirarme a través de los ojos de una hermosa mujer, la ternura e inocencia de un niño, la bondad de un desconocido. También vi a los demonios del infierno rabiando en mi corazón cuando he actuado con prejuicio e ira. Aquel que no ve a los ángeles y a los demonios en toda la belleza y en el no amor, de la vida estará muy lejos del conocimiento, y su espíritu estará ayuno de afecto. En algún momento o más bien en alguna de mis resurrecciones, como si fuese un místico patriarca comencé a despertar a la conciencia, una vez más volví a nacer volvía a ser un libro en cuyas páginas se iniciaba un nuevo relato

Que la vida sea en ti

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