Una
tarde de verano, una dulce pequeña llamada Kiarita se fue a reposar, ya que
toda la mañana la había pasado jugando con su hermano Thiago y sus primos, allá en las tierras de Hojancha en Guanacaste.
De
pronto se despertó muy muy asustada y jadeando...
Por
un sueño que había tenido. Soñó, que a las personas conocidas
Habían
perdido la gracia del sonreír.
Viéndose
rodeada de gente muy triste, con caras amargadas, y rostros llenos de enojo,
eso no le agradó a la dulce y enérgica niña. Lo más triste era que su mamita,
que siempre permanecía muy alegre y
entusiasta también se le había borrado su dulce sonrisa, sólo emanaba mal humor
y pesadez.
También
su padre, su hermano, y su maestra con su cara llena de enojo, que ni los
pícaros chistes que la niña contaba la hacían sonreír.
Muy
abatida y angustiada la pequeña
dijo...Cómo? podría hacer para que las personas volvieran a sonreír, ya que la
sonrisa abre cualquier puerta a la alegría.
Los
días pasaban y Kiarita se sentía inmensamente triste y sola... Porque en su
mundo había desaparecido las sonrisas y
la dicha de compartir momentos mágicos, esto le provocó un llanto que no se
iba, pensando que había muerto la felicidad.
De
pronto, siente que la mueven, ella limpia sus lágrimas y mira a su mamita con
una sonrisa en su rostro iluminando todo el lugar y su ser, dándole muchos besitos su madre saca
de su mano un delicioso caramelo, Kiarita abraza a su madre y se dice...
Que
dicha estaba soñando!!!
Irma
Alvarado Salazar
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