martes, 13 de diciembre de 2016

Ragazze Che Scorre “La niña que fluye”


Una hermosa tarde de invierno llega a nuestro planeta, un alma llena de amor y entrega, comienza su viaje colmado de increíbles y fuertes experiencias. Experiencias que luego ella va alquiminizando, porque muy en su interior anhela ser ese amor que no logra ver manifiesto. Y comienza su viaje en el plano humano, al inicio se siente extraña, desubicada, entonces opta por ir a su interior.

Ella ha elegido un maravilloso, exquisito y profundo viaje, o sea su mejor senda. Aunque no tenga certeza como será, sabe muy bien que la conduce a su liberación.

Inicia el vuelo, tornándose muy torturador, al encontrar un plano confundido, dado a la ignorancia, a la incoherencia y a la ilusión, pero entabla una comunión con una voz que la ve como su guía y ella llena de gratitud la escucha y sigue su mensaje, en esos días pudo ir corroborando que sí al algo por qué seguir, ya que antes de intuir la voz intentó abandonar su cuerpo trágicamente sin logarlo.
Procura seguir en su deseo al ir palpando sensaciones plasmadas de amor.


Al ser madre logra cristalizar el amor en sus actos maternales, más allá de lo visto en el entorno, lo errado fue que se ensimismó en sus hijos olvidándose del resto, al descubrir de por qué el amor encontrado no era pleno vuelve a retomar el viaje a Casa.

Iniciando vivencias de entrega sin esperas de ningún tipo, solo por el gusto de saberse amor, practicando el altruismo, la solidaridad, la paciencia, la empatía, la unicidad a todo ser que es ante ella, llámense, personas, animales, plantas, energías y elementos.

Identificándose inefablemente, la gente la mira como loca, extraviada, drogada y un sinfín de adjetivos, ella solo hace caso omiso, porque su voz le recuerda que ellos viven en la ilusión, aunque a veces se distrae con ellos, a través de enojos, tristezas, comparaciones, furias y más; gracias a su voz amiga vuelve a ubicarse en su sendero.

Tomándole más enfoque y gusto, porque la experiencia es tomada positivamente y en crecimiento, tornándose un gusto magnánimo, esto le genera muchas consideraciones poco usuales en los demás, como hallarse en que el amar no tiene un opuesto, que el amar es la única energía, que todo lo demás que no lleva amor desinteresado es ilusión, que nadie puede pensar, sentir y elegir por otro y que el amor será su única elección.

Buscaba todas las formas para poder compartir ese su amar a partir del arte, como músicas elegidas ya que la mayoría solo hablan de amores de apegos, de amores que roban la libertad, de amores ciegos, de amores agobiantes, casi no encontró músicas llenas del amor que ella estaba sintiendo, encontró una partitura de una canción de un músico que dice así: “El amor si lo niego o lo vendo, para qué respirar”. La frase le encantó porque si hacía juego con lo que ella aspiraba del amar.


También ubica su amor y profundidad al observar la naturaleza, ama los árboles a causa de ellos su energía se torna incansable, se sueña ser árbol, se siente árbol, se respira viento, le enamora escuchar al viento al llevarla a otras dimensiones. Una amiga suya antropóloga le dice que ella es como una planta silvestre, ella se emociona al escuchar esa frase como un aliciente para continuar su vuelo.
No hay ser con quien ella no se relacione, ella es todo y nada a la vez.

Hoy por hoy vive enamorada de sí, porque se sabe amor y se sonríe de todo lo pasado y canta, baila con el viento, con la lluvia, con los pájaros, con los niños, y con todo lo tangible que guste acompañarle y con lo no intangible, porque se dice devoradora de las sensaciones afectivas, para luego no definirlas, y no volver a definir nada porque empequeñece.
Cada momento la encuentras en la poesía, en el amar profundo y constante.




Irma Alvarado Salazar


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